JEREZ

 

Se han encontrado testimonios que confirman la presencia humana en Jerez y sus proximidades como los monumentos megalíticos de "La Palomilla", "Valcavado" y "La Granja del Toriñuelo"; restos ibéricos y fenicios en explotaciones mineras. Para algunos historiadores, Jerez proviene de la Xera o Ceret fenicia, ciudad marítima, cuyo origen se sitúa en el VIII a.e.c. Su localización más probable es en la actual Jerez y estaría constituida por una serie de villae en las que la población repartida por el campo se dedicaba a la producción vinícola y a la agricultura. Pero otros historiadores lo consideran un asentamiento de los celtas turdetanos.

En el II a.e.c. acuña su propia moneda que lleva la leyenda Cerit con una cabeza de mujer y dos espigas. Se trata de una ciudad profundamente romanizada que incluso tuvo la categoría de municipium.

Las viñas estaban ya a pleno rendimiento en el siglo I como atestigua Columela. El vino ceretano era muy apreciado como lo demuestra el elogio que le dedica Marcial (XIII. 124). Estrabón aseguraba que las vides fueron traídas al territorio jerezano por los fenicios.

Los romanos se asentaron en la ciudad fenicia o en sus cercanías, debió de ser relevante asentamiento romano que perteneció a la provincia de Lusitania y como se desprende de los restos arqueológicos aparecidos en Hasta Regia. Estrabón cita la ciudad en el siglo I a.e.c.

El origen de esta ciudad ubicada en las Mesas de Asta, cerca de Trebujena hay que situarlo más allá del siglo X a.e.c., como testimonian los restos arqueológicos que se hallan en el Museo Arqueológico de Jerez. Tuvo que ser una ciudad muy rica, verdadero imperio capaz de ostentar la capitalidad de la comarca de los esteros, como evidencian los textos de Estrabón, Plinio y Pomponio Mela. En Asta se reunían periódicamente los turdetanos como llama Tito Livio a los habitantes de la zona.

En el s. II a.e.c. Asta era un oppidum y controlaba un extenso territorio apoyándose en una serie de turms para defenderse de los enemigos exteriores. Encabezó una rebelión contra Roma en el II a.e.c.., y la ciudad pagó en plata a mercenarios para luchar contra el invasor. Asta perdió por decreto del general romano Emilio Paulo, la Torre Lascutana, y dos años más tarde en el 187 a.e.c la propia ciudad fue tomada por las tropas romanas del pretor Gayo Atinio.
En el año 45 a.e.c., la ciudad partidaria de Pompeyo se convierte en objetivo de César. Sin embargo César no llegó a sitiarla ya que tres astenses, llamados equites en el texto latino, negociaron la rendición de la ciudad a cambio de una cantidad de plata.

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